La mirada y el trabajo cinéfilo sobre «El último malón»

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Sinopsis: Reconstrucción de la última rebelión indígena de los Mocovíes en San Javier, al norte de la provincia de Santa Fe, en 1904. Al principio se expone la situación a la que el avance de la civilización ha reducido a los indios, despojados de tierras. Luego se cuenta el ataque del malón y su derrota.

Uno de los personajes a través de los cuales seguimos la historia es Salvador Jesús, líder indígena que reclama la devolución de las tierras a su pueblo. Ahí están también los comerciantes que han introducido el alcohol entre los indios, que lo desconocían, para explotarlos; los estancieros que se han quedado con las tierras expropiadas; la policía y el Ejército que sólo parecen estar ahí para reprimir.

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Pero acaso lo más notable del film sea la manera en que se anticipó al cine documental apenas posterior y también a algunas tendencias que se consolidarían ocho décadas después: el cruce entre el registro documental (cuando se muestra la vida en las tolderías) y la ficción.

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“El hecho histórico está, y es, que a los indios los hicieron mierda”, dice Fernando Martín Peña, acerca de una situación sobre la que la película no deja lugar a dudas. “Y el punto de vista desde el cual se presenta al indio es coherente: la derrota del malón tiene que ver con las divisiones internas de los indios. Mientras que la ciudad está toda junta esperándolos, y hasta se muestra el falseo de la información que el hombre blanco recibe sobre el indio: a Rosario llega la noticia de que se acercan en hordas tremendas. El hombre blanco es visto de manera negativa, en tanto se lo acusa de introducir el alcohol en la vida del indio, así como se habla de cómo se le sacó la tierra y se lo dejó sin nada. Pero cuando se pone al espectador del lado del indio se lo hace de una forma no compasiva; no se lo exculpa por lo que hizo mal o por no saber organizarse mejor para encontrar una estrategia, no se lo idealiza, ni perpetúa el mito del buen salvaje, sino que se le reconocen los derechos que le corresponden, que es algo que no se hacía es esa época”

Jurista, periodista y escritor, Alcides Greca filmó esta película en la región de la que era oriundo, San Javier, provincia de Santa Fe, en una época en que casi toda la producción Cinematográfica se concentraba en Buenos Aires.

Cine Mudo Argentino en "El Amante Cine"

Sinopsis del Malba (Ciclo de Cine Mudo Argentino en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires): Cuatro años antes de que Robert Flaherty estrenara Nanook el esquimal el escritor Alcides Greca realizó en Santa Fe esta experiencia que no sólo anticipa el cine antropológico sino que borra tempranamente las fronteras entre documental y ficción. Una primera parte describe la situación de miseria a la que han sido reducidos los mocovíes en el norte santafesino. La segunda parte reconstruye, en parte con sus protagonistas, el ataque al pueblo de San Javier que los mocovíes lanzaron en 1904.
El último malón fue rescatado del olvido en 1956 por Fernando Birri y la Escuela Documental de Santa Fe, con la exhibición de una copia original de 35mm., proporcionada por la familia de Alcides Greca. En 1968 elCineclub Rosario gestionó una reducción a 16mm. que fue realizada por el técnico Fernando Vigévano. Dado que la copia en 35mm. hoy se considera perdida, la versión que se exhibe se realizó a partir de la reducción a 16mm., conservada por el Museo del Cine.

Por referencias del cineclubista Alfredo Scaglia y del historiador Jorge Miguel Couselo, se sabe que la versión original tenía virados a distintos colores, como era usual en el cine de la época. Dichos virados se habían perdido en la reducción (realizada en película blanco y negro) y para reconstruirlos se utilizaron apuntes de Couselo y testimonios del cineclubista Octavio Fabiano, que llegó a examinar la copia original del film. Además se corrigió la extensión de los intertítulos, alterada por la reducción porque Vigévano se vio obligado a copiar casi todos ellos a partir de fotogramas fijos, para eligir los menos deteriorados. También se rescataron algunos textos ilegibles por defectos de contraste, se originó un nuevo título a partir del diseño original y se estimó una velocidad presumiblemente correcta para su proyección. La música original fue compuesta e interpretada por Fernando Kabusacki y Matías Mango.

Fuente: Cine-Clásico (http://www.cine-clasico.com/)

Candecho

por Gabriel Balbuena

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La noche lo transformaba. Lo bendecía. Él no pretendía ni extrañaba, no le molestaban sus pelos sucios sobre la fría placa de cemento de la garita. Y nada más le importaba que saciar su hambre y sueño.

Nada importaría al día siguiente, pensaba. La noche se acercaba aceleradamente, al ritmo que sus miedos excavaban sobre el cadáver del mundo que amó algún día. Ahora su esencia estaba por justificarse, y yo por entenderla ¿Sería aquel brillo brillante del alma? ¿O en la oscuridad existe la luz? La batalla se entremezcla y transforma. Y los momentos se alternan en diferentes realidades eternas; optimismo, pesimismo, armonía o confusión. Aún en el claroscuro del hogar propio vaciló a ciegas y ésos enormes ojos claros siempre dijeron algo más. Y esa figura cada día seducía más mi curiosidad.

Nosotros moríamos de miedo y jamás tuvimos motivos.

Un sábado aterrorizado creí verlo cayendo a la velocidad que creía que estaba subiendo –imaginaba-. Toda una eternidad atraviesa su cuerpo para colapsar de forma tan impactante como silenciosa. Tan irrelevante como significativa. Tan pasajera como inmortal… Permitiendo que sus rasgos bárbaros lo declaren todo. –Epilepsia-. Pensé.

Pero nada importaría al día siguiente y él vivía balbuceándolo, como podía, como había aprendido o sólo como escuchaba. Su hogar se armaba en ladrillos muertos y ramas en la humedad y el calor de la calle Aletín, allí donde sus sueños se disolvían en una maraña de cosas inexplicables. Sólo un rincón, un hermoso rincón del alma, lo clavaba en la punta del abismo. Y sólo un rincón, un benigno rincón del alma, lo frenaba rozando el cielo y el infierno a la vez.
Fue en lo más profundo del abismo donde el temor se desnudaría para siempre. De día o de noche, con su mono en mano; nunca el mañana le importó menos. Abandonó la garita y salió en busca de su día completo, esperando por fingir dureza o esconder el hambre y la soledad. Su figura encorvada se distinguía en la soledad temprana del amanecer de barrio San Antonio y jamás alguien hubiera imaginado que ese hombre sin historia ni futuro aquel día se transformaría en inmortal. Custodiando la noche desde el eucaliptal del molino, desde su lugar.

Sobre un montón de cenizas yacía su cuerpo inmóvil, bañado en luz apagada, u oscuridad encendida. Recibió orgulloso las primeras gotas que recorrieron su rostro sosegado de dolor. Estaba sucediendo. Un envolvente diluvio confundió el camino de todos los fluidos deshaciendo poco a poco las sensaciones del malherido y maltratado cuerpo. Pronto todo había desaparecido menos lo que nunca los demás pudimos ver, menos lo profundo de su corazón. Allí firme, el cadáver más vivo se encontraba luchando con un valor como sólo el miedo puede emerger. Con una eternidad como sólo un instante puede contener. Entonces subió.

El calor envolvente del sol anunciaba el regreso a su verdadero hogar. Las puertas eran el rincón de su alma, y el nuevo día hacía su verdadero sueño realidad.
Había vuelto a su hogar. Había vuelto al cielo abandonando el infierno al cuál fue condenado cuando nació…

La Siesta de Paulus

Un cuento de Matías Chavez

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“Después de esto hubo entre los salvajes el rumor acerca de mí que los Mocobíes tenían un Pater que enviaba a sus indios a cortarles las cabezas.”

Florián Paucke – Hacia Allá y Para Acá  (Una estada entre los indios Mocobíes 1749-1767)  Tomo II – Pag. 309

Sobre el filo de la tormenta despertó Paulus Conoquín, a lo lejos los relámpagos alumbraban el monte, la laguna, y la cañada. Se despertó de un salto, el corazón latía muy fuerte en su pecho y nada se movía en el aire, apenas la tormenta que se acercaba. Cuando la luz intermitente se atenuaba, en los vientres del monte, se movían brillosas las luciérnagas.  El menudo y moreno cuerpo de Paulus quedó firme y contemplativo ante el paisaje, la respiración completa, profunda. Seguía soñando. Y soñaba ahora con una batalla que la luz eléctrica traía a marejadas. Gritos de los rebeldes atravesados por filosas chuzas doradas al atardecer. El gesto torcido de su cada vez más lejano primo Vatala, muriendo con gusto, bajo su lanza.

Paulus fijó la vista en la laguna, varios destellos cortos no le dejaron ver más que fantasmas, que su imaginación desdeñaba. De repente sintió su propio olor, un perfume a animal que le estimulaba el bajo vientre. Quedó parado y caminó; caminó rumbo a la laguna. No había nadie en pie ¿Por qué el Pater lo habría dejado? Solamente la resolana de un recuerdo, esa laguna, y la batalla. Y la batalla… no tenía nada de extraordinario, sintió: treinta mocovies ladrones y nosotros, los hijos de nuestro santo Xaverij para pasarlos a deguello.

Y estaba el Pater… Él nos dio la fuerza. ¿Por qué el Pater habría dejado solo a Paulus roncando su siesta? Paulus sintió una gota de agua rodarle por la frente y lo bautizó de luz un relámpago, el mismo que mostró la calavera cortada a cuchillo de Arixojalín, antes de llegar a la orilla. De niño conoció a ese indio grandote, él no era primo ni nada, tampoco tuvo miedo ni asco cuando le rebanó el cachete con el filo de su cuchillo.

Recordó al Pater… su mirada huidiza mientras refregaba el hábito percudido de sangre y polvo en la laguna. Esa sonrisa de él petrificada, inquietaba a Paulus. Cuando el Pater se ríe se retuerce la tierra de espanto. Y cuando está serio es mejor, nos aliviamos todos, sintió.

Paulus cocinó los cachetes de Arixojalín y algún otro que no fuera su pariente debajo de un algarrobo grande. Cithaalín se enfureció y se fue a comer asado de potro con otros diez allá, en la otra punta del páramo. Alcahuete, alcanzó a sentir Paulus, antes era un indio rebelde y ahora tiene el vientre suelto. Pero la verdad es que no le importó mucho, el perfume del aromo quemado le recordaba al abuelo masticando el corazón crudo de un Suri. En eso estaba cuando el Pater se le acercó por la espalda. Paulus de un salto ya había sujetado la cabeza de Paucke y apoyado la hoja del cuchillo ensangrentado sobre su pálido cuello.

-¡Ikaik lecat!! – Profirió el rosáceo austríaco, mientras Paulus lo soltaba espantado, como si hubiese abrazado una Yarará al reconocerlo.

Paulus se sintió tan apenado que empezó a llorar como un niño. El Pater se alejó unos pasos y profirió una de sus risas turbadoras. Paulus había caído al piso y se arrojaba tierra sobre la cabeza. Entonces el sacerdote caminó hacia él y le tomó un hombro.

-Chitamaan… yechitamaan…

Paulus se calmó súbitamente, y su rostro lleno de tierra y sangre dibujó una senda sonrisa. Paucke fue a sentarse junto al algarrobo.

El Pater insistía a Paulus para que se dejara puesta la chaqueta aún cuando salía de la capilla del Santo Xaverij ¿Por qué abandonaría a Paulus el Pater, luego de tan brava batalla? Conocía el porte orgulloso del jesuita cuando estaba conforme con la tarea. Muy compasivamente había encomendado aquellas almas paganas a nuestro señor. Luego había fregado su hábito. Después se había sentado junto al algarrobo y preguntado:

-¿ashicó skeó Arixojalín?

Paulus no supo cómo reaccionar, se quedó perplejo. En ese momento la imagen del Pater y del Abuelo se hicieron una en su pecho. Esperaba que el Pater confirmase su pregunta, Paucke arqueó sus ojos hacia el cielo en señal de impaciencia. Paulus se apresuró y cortó la mitad de la carne asada y se la dio en una vara. El Pater tomó la vara, se levantó y comenzó a caminar hacia los caballos -ashigo… la! Dijo despidiéndose.

Ahora Paulus tenía medio cuerpo metido en la laguna, sus dedos se hundían en el fondo barroso y llovía con mucho viento cálido. Un remolino acompasaba los árboles que rodeaban el ojo de agua; el próximo destello fue sonoro. Sonaba a una ira amiga, un estrépito familiar, una carcajada. La cara chuzeada de Vatala apareció implorante junto a su cuerpo muerto. Paulus no sintió miedo ni culpa, se sintió solo. ¡Si al menos su primo, de cara al rayo, pudiese escucharlo en su silente plegaria de compañía! Paulus comenzó a desgarrarse por dentro.

-Piguim… ¡Asogognagá! ¡Pater…! – Gritaba -¡Pater! ¡Paater! ¡Paaater!

El dolor en su pecho era gigante, y se agrandaba con cada bocanada de aire.

-¡Pater! ¡Paater! ¡Paaaterlec!

Y el viento súbitamente se silenció, dejando al agua caer sin fuerzas; y el abandono de Paulus llegó a sus entrañas y lo dejó sin aire. La lluvia fue deteniéndose y el calor húmedo arreció con aromas podridos. En el vientre de los árboles la noche franca mandó a sus emisarias, las luciérnagas, otra vez. Un surcido de talismanes brillantes formaron una red y se movieron todos a la vez, como unidad misteriosa.

En ese silencio regresaron los sonidos distantes, cada vez menos distantes. El repiquetear de los galopes bestiales.  Serían los hijos de Xaverij… no. Serían los hermanos de Vatala y los jinetes desdentados de Chidiago. Sí. La noche protege a los demonios que buscan las almas abandonadas. ¿Por qué el Pater habría dejado solo a Paulus roncando su siesta? Con el alma herida chorreaban las lágrimas viscosas de Paulus.

Los caballos se detuvieron más allá del matorral. Alguien se acercaba. Nada se movía en el aire. Apenas la tormenta que no se decidía a desguasarse. Todo quedó a la expectativa. Una luz de lámpara fue iluminando hasta la orilla de la laguna y desde allí preguntó.

-Wo bist du Paulus?

Yo, Canibal

Datos Históricos, Imaginarios y Periodísticos sobre Caníbales en el Litoral Santafesino

Sumergidos en el nuevo continente, temiendo la ponzoña de sus animales, delirando por el aislamiento y la enfermedad, los primeros cronistas y exploradores de la indias meridionales nadaban en una atmósfera bastante aterrorizante. Las primeras experiencias en el reconocimiento del terreno habían dejado relatos como el de la muerte de Juan Díaz de Solís:

La generalidad de los cronistas y otros testimonios de la época añaden que los indígenas descuartizaron los cadáveres a la vista de los que habían quedado en la carabela, y comieron los trozos de los españoles. No faltan modernos historiadores que niegan el hecho, considerándolo falso y como una de las muchas leyendas infundadas que hay en la conquista de América. Pero J. T. Medina logró probar, hace ya muchos años, que en efecto los indios mataron y comieron a los desdichados españoles, utilizando los testimonios de Diego García, y de muchos más, entre ellos los relatos del sobreviviente Francisco del Puerto.

Desventuras en la Historia – Martín Caglani – May 17, 2006

Estas historias permitieron la creación de un relato mítico magnífico, que avivaba la imaginación de muchísimos aventureros que tenían como objetivo una descripción «estimulante» de las así llamadas indias:

Theodorus de Bry (1528-1598)

Sin embargo tenemos una versión diferente y tal vez, un poco más convincente en función de los antecedentes de lo que fue la conquista del continente Americano y la masacre y genocidio del pueblo indígena.

Lucas Marton describe que Juan Díaz de Solís no habría siquiera descendido del barco. Fue Martín García quien habría encabezado una exploración hacia esta isla que luego llevaría su propio nombre con cinco tripulantes más. Allí habrían tenido un amigable recibimiento de los aborígenes pero aparentemente, García y compañía aprovecharon la gratitud indígena para violar a las mujeres, robar y matar a los pobladores que los habían recibido en aquella isla. Tras esto, la venganza de los indígenas charrúas o guaraníes fue implacable pudiendo salvar su pellejo solamente dos marinos junto al mismo Martín García a quien lo hirieron mortalmente pero que consiguió llegar al buque.

Luego de este hecho Solís habría ordenado el retorno a España con lo que se originó un motín en el barco ya que la tripulación quería lograr sus objetivos de riquezas y Solís habría sido arrojado al mar junto con traiciones como la de Francisco de Torres que se valió de la ansiedad de la tripulación y de las circunstancias para acusar a Solís de estar colaborando con la corona portuguesa.

Historia en «La Guía 2000» –   La muerte de Juan Díaz de Solís

Theodorus de Bry (1528–1598)

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Canibalismo Cultural

Los conquistadores españoles y, en general, los europeos han acusado de canibalismo a otros pueblos para justificar su invasión y su sometimiento, en nombre de una evangelización y culturización, que no es más que el enmarañamiento y el disimulo de un saqueo económico de las riquezas del «otro», un robo perpetrado a gran escala con los auspicios y el patrocinio de la cultura, religión e instituciones dominantes.

Gonçal Vicenç Bòrdes – LA VELLETA VERDA – Dic 1 2003

Tomando en cuenta este comentario de Bòrdes resulta interesante analizar la carga negativa de este concepto: «canibalismo». Fuera de la complejidad y el sentido de la ingestión de carne humana en distintas culturas, el «canibalismo» también se manifiesta en los genocidios culturales a los que nos vemos sometidos. Culturas diferentes que han sido incorporadas a la enorme digestión colonial del mundo, y que ha llegado al día de hoy en forma de globalización.

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El sistema tiene dos vías  de neutralizar a los que perturban su funcionamiento: si entran en el juego los convierte en personalidades, si son irreductibles, los mata

Contracultura para principiantes – Juan Carlos Kreimer

Los Mejores Caníbales de la Costa Santafesina

Florián Paucke no se muestra escandalizado, apenas objetivo, y a juzgar por el párrafo final hasta orgulloso, del así llamado «temor» provocado por sus «Mocobíes»; mientras describe una escena de canibalismo. Al parecer tampoco le resulta ajena este tipo de práctica obviamente no recomendada por jesuítas y evangelizadores:

Especialmente los dos susodichos Lacalaguitchiga y Vatala habían recibido ya varios lanzazos en el vientre de modo que  la sangre manaba con fuerza de las heridas pero sin embargo no cejaron de pelear hasta que quedaron sin fuerzas; aun cuando ya no podían estar parados, sentáronse  en el suelo y no dejaron caer sus lanzas hasta no quedar finalmente  completamente atravesados. En esta ocasión a un anciano, de nombre Paulus Conoquin, un generalmente muy devoto y buen cristiano (que era manductor de los muchachos y diariamente estaba presente con ellos en la doctrina cristiana) le instigó el antiguo apetito de comer carne humana, buscó entre los muertos los más gordos, les cortó la piel de la frente junto con la carne, la tiró sobre el fuego y la comió así asada.

Si antes de esto mis Mocobíes eran temidos por los salvajes, el miedo después de este combate fue aun mucho mayor de modo que ninguno se atrevió de ahí en adelante a acercarse a mi reducción aun a muchas leguas…

Florián Paucke – Hacia Allá y Para Acá (Una estada entre los indios Mocobíes 1749-1767) – Tomo II – Pag. 308

Es curiosa la figura de Florián Paucke, al confesarse como un auténtico mediador bélico en el momento de proteger emplazamientos jesuítas. Y lleva a resignificar su carácter de Padrecito en un auténtico Guerrero. Sería difícil sino comprender cómo prosperó su relación con los Mocobíes.

Después de esto hubo entre los salvajes el rumor acerca de mí que los Mocobíes tenían un Pater que enviaba a sus indios a cortarles las cabezas.

Florián Paucke – Hacia Allá y Para Acá (Una estada entre los indios Mocobíes 1749-1767) – Tomo II – Pag. 309

¿Un antropófago en Helvecia?

Esta nota es una colaboración a nuestra investigación de Claudio Gervasoni, que descubrió en el magnífico blog «Fuera de Foco» esta historia casi olvidada. Intentar vincularla con lo anterior es absurdo,  sin embargo forma parte de la memoria colectiva de la región.

Sucedió en una isla del departamento Garay en 1936. El caníbal fue trasladado a Santa Fe y luego a un hospicio de alienados en Buenos Aires. El diario El Orden realizó una sensacional cobertura de uno de los casos más truculentos de la historia criminal santafesina.

“¡Existe el hombre malo que se come a los chicos! ¡Cocinó y comió a una criatura de once años!”, es el sensacional título que aparece en portada del diario El Orden el 22 de mayo de 1936.

Además del título, el despliegue periodístico de la información recuerda mucho a la forma en que trabajaba este tipo de casos el diario Crítica: la mayor parte de la noticia es relatada por el periodista que pudo entrevistar a Aparicio Garay, el criminal, y así lo testimonia una fotografía.

Un día antes de ese titular, en página 6, el diario impacta con grandes letras: “¿Un antropófago en Helvecia?”, y un breve anticipo de la información, que no había podido desarrollarse por haber cerrado las oficinas telegráficas poco antes de conocido el sucesos.

La edición del 22 de mayo es sensacional: en varias páginas, y con una gran profusión de fotografías, se cuenta que Garay había secuestrado, asesinado y luego devorado a un chico en una isla cercana a Helvecia. Hacia allí fue el cronista y describió al criminal así: “Se abre la puerta y aparece un hombrecito insignificante, descalzo, con un saco azul sobre las carnes y unas bombachas curtidas por el agua y el uso. El cabello entrecano, revuelto y desordenado; los labios secos y prominentes en algunos gestos; abultados y groseros en otros; la mirada escurridiza y a ratos incisiva”.

Garay le relató a El Orden que el chico había ido con él por voluntad propia y que pasado un tiempo quiso irse. Él lo persuadió: “Vea compañerito… usted no puede dejarme. Hemos salido juntos, usted es mi compañerito, debemos seguir juntos. Cómo me va a dejar solo?”

Se quedó unos días, pero una mañana lo vio en una canoa, yéndose. Garay dijo que la voz del “horario” le dijo que lo fuera a buscar, y él tomó su fusil, le apuntó y le disparó a la cabeza.

“¿Qué es eso del “horario”?, le preguntó el cronista. “El horario es mi Dios”, contestó. “Él manda, yo soy su sirviente. Manda a todos los hombres. En el horario, están las horas. Las horas son el tiempo. Es la vida de los hombres. Sin el horario no hay vida. El horario me dijo: ¡no lo dejes ir!… Y yo no lo dejé ir. Qué podía hacer? Yo soy un sirviente”.

La historia del horror recién comienza. Cuando Garay rescató al cuerpito de las aguas, “el horario” le dijo que tenía que comer. Y él lo hizo. “Primero lo abrí… Con el machete. Lo limpié bien. Yo sé cortar. Aprendí en el hospital (…). Limpié bien los huesos. Primero los iba a guardar, para trabajarlos. Lindos huesitos. Hubiera hecho unas fichas. Pero por dentro no servían. Eran esponjosos. Entonces los tiré al río. Y la carne la colgué. Hice ganchitos y colgué la carne de la enramada cerca del rancho”.

Como si fuera poco, el cronista le sigue preguntando: ¿qué comió, cuánto comió? Aparicio Garay dijo que no toda la carne es buena, pero que además había comido con miedo, porque “uno se envicia. Come y después siempre quiere comer”. Hizo asado, frió otros pedazos y luego, con derritió la grasa e hizo aceite.

A la policía le dio algunos detalles más: “La cabeza la herví… los sesos no se podían comer y se los di a los perros. Pero las carnes eran buenas”.

En los días siguientes, Aparicio Garay, el nombre con el que se lo identifica, pues carecía de documentos, es trasladado a Santa Fe. El Orden se dedica entonces a intentar comprender el caso: en otros tiempos, se hubiera dicho que estaba poseído por un demonio y destinado a la hoguera, marca; pero hoy, el caso pertenece a la ciencia. Es verdaderamente notable la forma en que el cronista analiza los retazos de la vida de un hombre buscando entender cómo se llega a la locura para llegar a la conclusión de que “en contacto con hombres y en un medio normal, se hubiera corregido”.

Ante el juez Salvador Dana Montaño, Garay repite casi las mismas palabras que ante el cronista de El Orden. Sin embargo, aún queda por esclarecer el modo en que murió el niño, ya que existe, además de la versión del criminal, la hipótesis de que había sido degollado.

Algunos meses después, en octubre, el magistrado dicta su sentencia: “Es un sujeto senil, con delirios sistematizados, cuya evolución no puede precisarse”. El dictamen es sobreseimiento, pero ordenando la reclusión de Aparicio Garay en el Hospicio Las Mercedes de Capital Federal, por carecer Santa Fe de un establecimiento adecuado.

Hacia allí fue trasladado Garay. La última noticia que se tuvo de él fue en octubre de 1938, cuando asesinó a un compañero porque este no lo dejaba dormir.

Pablo Bosch – Fuera de Foco – Mar 2, 2008

El Entenado de Juan Jose Saer

En este relato de ficción Juan Jose Saer viaja a los principios de la conquista de sudamérica, donde su personaje en primera persona, queda preso, y milagrosamente ileso, entre los llamados indios Colastiné. Allí, en trance descriptivo, se ve inmerso en una dantesca bacanal en la que sus propios compañeros de viaje son ahora el banquete de estos ajenos, y al mismo tiempo cándidos e ingenuos indígenas caníbales.

El que estaba decapitando al capitán -porque cuando miré con más atención pude comprobar que el aire ausente de ese cuerpo desnudo cuya cabeza, que estaba siendo seccionada en ese momento reposaba, para mayor comodidad, como la de un niño adormilado en el regazo de su madre, en las rodillas de su propio degollador, era el del capitán- se distrajo un momento de su tarea, alertado sin duda por la intensidad de mi asombro silencioso, y, dirigiéndome una sonrisa llena de simpatía y de simplicidad, sacudiendo la mano que blandía el cuchillo, exclamó Def-ghi, Def-ghi, y señaló con el dedo el cadáver que estaba decapitando. Algo ridículo debía haber en mi expresión, porque uno de los que estaban despedazando el primer cadáver hizo un comentario en voz alta, sin dejar de hundir su cuchillo en el pecho sanguinolento, y los que alcanzaron a oírlo se echaron a reír a carcajadas. Fue en ese momento en que la conciencia exacta de lo que se avecinaba me vino a la cabeza, de modo que me di vuelta y me eche a correr…

…Como me pareció ver que la carne traía pegados, aquí y allá, fragmentos de una materia oscura, induje que debían haber arrastrado los pedazos, por descuido, en el suelo, y que debían habérseles adherido hojas secas y ramitas, e incluso tierra, pero cuando me acerqué unos pasos para ver mejor comprobé que, no solamente la carne no había sido tratada con negligencia sino que, muy por el contrario, había sido objeto de una atención especial, porque lo que yo había confundido con adherencias extrañas debidas al contacto con la tierra no era otra cosa que una especie de adobo hecho con hierbas aromáticas destinadas a mejorar su gusto.

La disposición de la carne en las parrillas, realizada con lentitud ceremoniosa, acrecentó la afluencia y el interés de los indios. Era como si la aldea entera dependiese de esos despojos sangrientos. Y la semisonrisa ausente de los que contemplaban, fascinados, el trabajo de los asadores, tenía la fijeza característica del deseo que debe, por razones externas, postergar su realización, y que se expande, adentro, en una muchedumbre de visiones; no ardían, esos indios, en presencia de la carne, de un fuego menos intenso que el de la pira que se elevaba junto a las parrillas. A pesar de la expresión, semejante en todos, se adivinaba en cada uno de ellos la soledad súbita en que los sumían las visiones que se desplegaban, ávidas, en su interior, y que ocupaban, como un ejército una ciudad vencida, hasta los recintos más oscuros.

Juan Jose Saer – El Entenado – 2005

Cuerpo y Sangre

Para no caer permanentemente en prejuicios es necesario acercarnos a aquellos temas y asuntos que nos causan repulsión. El morbo se alimenta de la distancia y de los prejuicios. De aquello que se ve sin querer comprometerse. No es posible formarnos una opinión sobre un tema si no estamos dispuestos a encararlo. Aquello que vemos sin prejuzgar, sin apego ni aversión, es aquello que podemos comprender plenamente.

El hombre blanco se ha creído superior en muchos aspectos a otras razas y se ha creído con el derecho de robar a las razas inferiores, matar y exterminar todas sus culturas, aunque para ello se haya tenido que inventar embustes sobre lo malos que eran los primitivos. Es a partir del siglo XVI, cuando Occidente se encuentra con el «otro» y tiene que elaborar su identidad, cuando el canibalismo, como rasgo de barbarie y salvajismo, se atribuye a los pueblos primitivos y, al tiempo, como algo ajeno al «occidente civilizado». Pero la verdad es que, incluso en esa época, se practicaba el canibalismo en Europa, y que durante toda su existencia el hombre ha sido un caníbal.

Gonçal Vicenç Bòrdes – LA VELLETA VERDA – Dic 1 2003


Arte, Humor Gráfico y un poco más… por NITO

Nos da gusto presentarles la obra de Anibal Chavez, Nito. Otro Sanjavierino errante. Sin duda su producción es novedosa y auténtica. Con ironía y un humor bastante negro Nito refleja el sentir de toda una generación de jóvenes de San Javier. Es curioso que en este momento tantas manifestaciones artísticas confluyan por distintos medios. En gran medida gracias al internet esta comunicación y participación está floreciendo. Necesitamos fortalecernos y reconocernos. Saquemos al sol nuestros trabajos. ¡Un abrazo Nito!

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Hombre Gris (por Nito)

Madre, he de confesarte algo horroroso
Has dado a luz a un hombre gris
el cual no tiene brújula
ni decide su propio destino
Deja que el viento dibuje nostalgias
en su larga cabellera al viento,
mientras grises espadas acuchillan su corazón
Cada día, sin poder llorar
La tristeza lo enceguece,
se tropieza al caminar
Parece estar suspendido
y desciende al vacío con las manos vacías
El viaje a su corazón es eterno,
los árboles de su memoria se han secado
No puede escapar porque ya está libre
No puede morir porque ya está muerto
Es una recta hacia la nada,
su alma un pueblo sin calles
Una tierra sin senderos
Es realmente un hombre gris
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La soledad del campeón: fantasía y realidad

Por Gabriel Balbuena

Entrevista de archivo al Dr. Hugo Ríos, en Golondrina

Hugo Ríos es médico y escritor. Para muchos sólo Doctor Ríos. Hace literatura folclórica con los relatos de la costa, nacido y criado en San Javier, tierra que menciona permanentemente junto con sus mitos y leyendas. Él ha recopilado y seleccionado relatos para escribir algunos cuentos que fusionara entre ficción y realidad (anécdotas de amigos entre otras) con un solo deseo, “pintar su aldea”, como menciona en el prólogo de su primer libro. Hugo cuenta con tres libros publicados, en uno de los cuales  se encuentra el cuento que es motivo de esta charla “La Soledad del Campeón” del libro “El Demonio de Río”, cuento que se ha convertido en cortometraje y que lo tiene como guionista y actor encarnando a su amigo Pablo Escobar.

Habiendo pactado ya la entrevista, Hugo me recibe en su consultorio – como si fuese un paciente más y luego de la debida espera- sentado frente al escritorio gastado donde seguro ha pasado miles de horas de su vida y ansioso por hablar de lo que lo apasiona. Me recibe cuál si fuera un conocido de toda la vida y el saludo me bastó para notar en sus ojos transparentes la emoción contenida por el reconocimiento…

Con el hielo roto, empiezo por proponer lo que, en principio me atañe…

-¿Cómo nace el cuento “La Soledad del Campeón”?

-Este cuento nace a través de la concepción de un mito: el mito Monzón. Los mitos son algo que se implanta en el pueblo y trasciende generaciones a través del tiempo porque son una forma de expresar el saber arcaico, el saber que deja el tiempo. De esta forma es que conocemos mitos como el de la “difunta Correa”, como el del “Gauchito Gil”, que perduran en el tiempo. En este caso el mito Monzón es algo que está entre los sanjavierinos, nosotros lo hemos vivido desde chicos.

Yo nací en San Javier pero para ir al secundario fui a parar a la casa de mi abuela en Santa Fe, en Barrio Barranquitas, a media cuadra de donde vivió Monzón con la “Pelusa”…

-¿Se puede decir que es un privilegiado por haber presenciado los comienzos del “Negro”, bien de cerca?

Con Monzón hicimos caminos paralelos. Solo una vez nos encontramos personalmente. Él se fue de San Javier, yo también me fui de San Javier; él se fue a Barranquitas, yo también me fui a Barranquitas. Siempre se lo veía por el barrio y cuando de adolescentes jugábamos al futbol y lo invitábamos a jugar a Monzón, el no nos daba pelota porque se iba con su bolsito al gimnasio a entrenar, era un tipo de una perseverancia extraordinaria.

Hay dos cosas que hicieron que naciera la “Soledad del Campeón”. Una de ellas, pasar siempre frente al monumento y verlo tan solitario. Es una soledad que aumenta con el abandono, los yuyos altos, las placas que quedan se han borrado por el paso del tiempo y las demás se las han robado. Esta sólo parado en medio del ring más precario que le ha tocado…

-Sólo y rodeado por las catorce columnas a sus espaldas (cada una de ellas representa una defensa de título mundial)…

-Exactamente. Sólo las columnas, porque las placas ya están desapareciendo. Todo el mundo habla del abandono en que está el monumento y de lo que se podría hacer por mejorarlo, sin embargo nos quedamos sólo en las palabras.

Por otro lado, se unió a una anécdota que me contó Pablo Escobar, un viejo boxeador que fue campeón nacional y entrenador de box en San Javier. En una de esas tardes que compartíamos Pablo me contó que “Cucho” (otro ex boxeador, amigo y ex pupilo de suyo) había ido a pedirle el equipo de box que tenía guardado y que él tanto cuidaba (trofeo de sus épocas de pugilista); y que lo llevara al monumento de Monzón en su camión, porque quería sacarse una foto vestido de boxeador con Monzón a su lado; y que lo acompañara en esa misión un poco fuera de lo común. Escobar era un hombre muy bueno, muy comprensivo detrás de su aparente dureza; y sin objetar demasiado le prestó ese traje que guardaba y que a nadie prestaba y  lo llevó. Cuando bajó allá vestido de boxeador, le dijo que en realidad no venia a sacarse una foto sino a pelearlo a Monzón, que su sueño era pelear con Monzón y así peleó con la estatua como un loco, imaginando ese contrincante al que no muchos habían podido derribar. Todos se reían, pero lo acompañaron en esa especie de sueño.

“Cucho” tenía el sueño de pelear con Monzón, él había hecho box con Pablo y según lo que cuentan, tenía lo suyo pero luego el alcohol lo fue venciendo. Así pude imaginar qué sería si un boxeador fanático de Monzón fuera a pelearlo, es decir, fuera a cumplir un sueño y si en medio del sueño se encontrara con una realidad distinta. Con que Monzón aceptó esa pelea y por supuesto lo desfiguró  a golpes, pero la alegría de “Cucho” era llegar hasta el final de esa pelea aunque tuviera que dejar la vida.

El cuento se divide en dos partes: la de realidad, que es la anécdota; y la parte ficcionaria, que proviene de su imaginación. Propone al lector una diversidad de imágenes…

-Así es. Entra en juego la imaginación del que lo lee también porque tiene múltiples finales y un abanico de significados. Algunos dirán que estaba sufriendo una alucinación al momento de recibir lo golpes o al esquivarlos. ¿De donde provenían los golpes, de una materialización del alma, de la psiquis o realmente era el espíritu de Monzón?

-“La soledad del campeón” es un homenaje a Pablo Escobar, a Carlos Monzón, pero también es una homenaje a San Javier y a todos aquellos que creemos que el monumento a Monzón debería estar en San Javier, donde él nació, en su lugar; y no donde murió…

Siempre se habla de eso. Yo he estado en la filmación del corto en el rancho donde vivió Monzón, -en el lugar, porque el rancho ya no está- y siempre se habla de levantar un monumento; un recordatorio, algo que nosotros sentimos que le debemos al “Negro”, porque San Javier se portó muy mal con Monzón en sus comienzos. Cuentan que cuando necesitó ayuda para viajar a un campeonato panamericano o algo así vino a pedir ayuda acá y algunos se reían de él por su porte físico, los viejos amigos también se le reían y los comerciantes no lo apoyaron…Eso fue una herida muy profunda para él.

Le debemos un homenaje porque eso de levantar un monumento donde murió (Ruta 1, Paraje Los Cerrillos) es un poco tanatico y sin sentido. El sentido está donde está la gente que lo quiere, que lo reconoce hoy por hoy, donde le van a llevar flores, donde el sentimiento de la gente es mucho mas profundo que el transeúnte que pasa, mira y se va.  La generación del cuento está basada en el sentimiento que le produce a uno verlo solo a él, pero también aprovechar la oportunidad de alguien que tenía un ideal; un sueño de pelear con Monzón. Yo creo que el mejor homenaje que se le podía haber hecho a Monzón es que alguien quisiera pelearlo, eso a él lo revivía, le despertaba ese instinto Mocoví de pelear, de guerrero; de salvaje…

-¿El escenario del cuento es parte de la anécdota?

-Lo que existió realmente es hasta la llegada al monumento, en el momento en que empieza a pelearlo el cuento toma otro color.

Ahí comienza en otra dimensión el cuento, completa a los adversarios en su dimensión, uno por volver a pelear y el otro con el sueño de enfrentarlo.

¿Cómo es que este cuento llega a convertirse en cortometraje, en quién se  origina la idea?

Esa fue una idea de mi hijo  Martin (Ríos) que está haciendo cine en Buenos Aires ya que el cine es su pasión y lleva hechos dos o tres cortos. Él me preguntó cuál podía ser el tema del próximo corto y ahí le dije que tomara algún mito de los que tenemos en la costa, como el Chira Molina, algún acontecimiento sangriento, o Monzón… que para nosotros sigue vivo.

Entonces le intereso lo de Monzón, y volvió a leer el cuento y me preguntó si me animaba a hacer un guion. Como yo  estaba metido en el cuento se me hizo fácil hacerlo, lo hice y después se lo llevó para hacerle algunos retoques.

Quedamos muy conformes con el resultado y la adhesión de la gente, que en principio no entendía el porqué de “ese loco que peleaba con una estatua”.

Supe que era muy amigo de Pablo, ¿Qué le produjo a usted encarnar a su amigo Pablo en el corto?

-(Se ríe y luego de unos segundos responde) Por accidente, porque quien iba hacer el papel de Pablo Escobar no llegó a la filmación y no había quien actuara de Pablo, que conociera su forma de hablar, sus gestos. Entonces me dijeron cálzate una remera, un short y las chancletas que vas a hacer de Pablo.

-Y encarnó a otro campeón sanjavierino…

-(Pude ver como de ojo derecho bajaba hacia su mejilla una lágrima que habló por sí sola, muy emocionado y casi sin palabras respondió). Así es. Ese era Pablo, un gran amigo. Después de la edición, realmente me emocionó mucho. Me gustó. Todo esto realmente justificó mis años en la literatura regional. Por supuesto que a mí como a todos me hubiese gustado tener la presencia del “Negro” Monzón.

-¿Cuál es su reflexión general sobre La Soledad del Campeón?

-Sensaciones y sentimientos encontrados de muchos aspectos.

Cuando se inauguró  el monumento había placas de todos los municipios de la zona y la de San Javier aún no estaba, no había llegado todavía. Primer soledad. Su cuna, el lugar donde nació, su pueblo sin haber puesto la placa recordatoria. La segunda soledad es el olvido, el abandono al que está sometido…

Sé que nos duele a todos no tener su monumento en San Javier, aunque sea un recordatorio. Cuando vienen turistas franceses, italianos, portugueses o vaya uno a saber de qué otro lugar, quieren conocer el rancho donde nació Monzón, y no todos conocen ese lugar, hay guías que ya están acostumbrados y los llevan aunque ya no esté el rancho, que ni siquiera era de barro, era por completo de paja. En fin, son muchas las soledades del campeón, más nuestro sentimiento de dolor por haberlo dejado solo y porque nos duele su soledad.

Todos sabemos que al hablar de Monzón en cualquier lugar del mundo nos entienden, porque el mundo recuerda sus golpes, similar a lo que ocurre con otros deportistas argentinos que son insignia nacional, pero con Monzón es distinto porque es sanjavierino y  aunque hayamos dejado un vacio en su pecho va seguir siendo nuestra bandera y orgullo costero.

Al salir del consultorio, después de más de una hora de charla, veo pacientes esperando por su consulta, apretados en los sillones que dispone la sala de espera. Y yo me voy con lo que vine a buscar y con mucho más, la impresión que me dejó un tipo orgulloso de su pueblo a pesar de todo y con la imagen de un “viejo” que todavía se emociona hasta las lágrimas cuando habla de Monzón, de sus amigos y de San Javier…

La entrevista fue hecha al momento del estreno del cortometraje “La Soledad del Campeón” y  para archivo propio, que luego serviría para rendir una materia. Me pareció muy interesante el cuento y lo que nos propone, pero es mucho mas jugosa la anécdota disparadora de éste y además la forma en que Hugo habla de esa situación con esa voz firme e impregnada de temple costero, un lujo escucharlo hablar.

A  esta altura, ya más de un año ha pasado y sus palabras consiguen esa significancia que no dejan que el tiempo se las lleve.

Gracias a Hugo Ríos por su predisposición y ejemplo…

Un Cuento

Por Gabriel Balbuena
La Noche del Carbonero-Servime otra, por favor-, recitaba el viejo que acodado al mostrador, hacia tres horas que estaba ahí. Desprolijo, cabello enredado, barba mal afeitada y las manos negras con las uñas teñidas de carbón. Si intentáramos adivinar su edad, ninguno se le acercaría siquiera al numero de años que había dejado atrás desde su nacimiento, aunque era joven, la vida lo había quemado. La voz tenia notaciones de temor, dolor e inquietud. Más allá de todo esto, no despertaba ninguna curiosidad en los que estaban en el bodegon, ya que era casi del barrio, pero nadie lo conoció en ese momento. Ya eran las 12 de la noche. De a uno se iban yendo, despacito, sin apuro, hasta que sólo quedó él. El cantinero lo miró, tratando de descifrar el punto en la pared donde el extraño había fijado la vista.-Estamos cerrando viejo…, volvé mañana-, expresó el dueño del hotel-bodegon. Demoró en levantar la vista, parecía dormido e irritado por algo.-¿Tan temprano cierran?-, preguntó sorprendido, -Si señor, es miércoles-. Sin mediar más palabras tomo dinero de un bolsillo, lo observó y lo dejó sobre el mostrador. El cantinero, desconfiado, contó bien el dinero. Estaba todo. En ese momento se le despertó la curiosidad sobre esa figura que había estado tomando vino durante 5 horas. Cerró rápido y salió tras él. El viejo carbonero le llevaba dos cuadras de ventaja en su bici malgastada, había tomado el camino que va a la costa. A lo lejos el cantinero veía como este se prendía un pucho. La oscuridad era inmensa, los árboles estaban estáticos y el silencio era total. Escuchó voces, el miedo lo apoderó y quedo congelado inmediatamente. Sin embargo no había nadie más que él y el viejo que perseguía, dos cuadras delante. A pesar de las voces siguió caminando. Ya las casas habían quedado atrás, sólo había árboles y arbustos que hacían el camino mas angosto. Ya se escuchaba golpear el río contra las barrancas. El viejo barbudo tiró el cigarrillo, el punto naranja que había estado siguiendo quedo apagandose en la tierra fría de la orilla. Cuando pensó que lo perdía de vista, el reflejo de la luna que recién asomaba sobre el agua hizo que viera el contorno del su cuerpo. El cantinero quedo en la cima de la defensa donde veía todos los movimientos. Asombrado observaba como se bajó con la bici al hombro, se quitaba la ropa e ingresaba al agua helada. Se levanto de un salto mientras el hombre nadaba río adentro. Corrió hasta la orilla pero ya no había señales del barbudo en el agua, sólo su ropa tirada. De inmediato dio media vuelta y fue a comunicarlo al policía, asustado, casi llorando por lo que acababa de ver. Ya en la comisaría las palabras apenas le salían:-¡Le juro que se metió al agua! ¡Se saco la ropa y se tiró! ¡Lo juro!-. Rápidamente dos policías subieron al Falcon del comando junto al cantinero y fueron a la bajada del río. La sorpresa era enorme, en la orilla ya no estaba la ropa del viejo ni su bicicleta y tampoco sus huellas en la tierra humeda, solo estaban las del cantinero que en ese momento estaba totalmente confundido. Después de hacerle un par de preguntas los dos policías se fueron, bastante enojados.
Al otro día se le notaba la cara de que no había dormido en toda la noche. El primero que llegó al hotel-bodegon no demoró en preguntarle el por qué. El cantinero contó toda la historia pero el «Cacho» -albañil de barrio El Triangulo- no pudo evitar reírse: -¿de que viejo barbudo hablas?, no había nadie anoche con la descripción que me das-, -¿Cómo que no? ¿A quién le serví vino toda la noche?- preguntó enojado el cantinero. -A nadie -contestó el Cacho-  no había nadie, cuando me fui había 5 vasos de vinos servidos en la punta del mostrador, pero nadie los tomó-. El cantinero, totalmente pálido, se sirvió un vaso de agua, suspiró hondo, llamó a Marta, su mujer; y en sus brazos se largó a llorar…
Nunca más se supo de ese viejo barbudo que vendía carbon en una furgoneta, aunque muchos dicen haberlo visto.
A la memoria de «Goro» el carbonero…

Agradeciendo al Amanecer

Desde El Paso

Amanece este nuevo espacio para la fraternidad y la amistad. Y ya es necesario dar gracias por el rápido crecimiento y la adhesión que ha despertado.  ¡Gracias!, a los comentarios positivos y realmente alentadores que llegan día a día. ¡Gracias! a la gran cantidad de material que se ha ido juntando y que seguiremos publicando. Muchas Gracias a Radio Ciudad, por crear un «link» a GOLONDRINA en su página, y con ello contribuir al rápido crecimiento del sitio. ¡Gracias! A todas las personas que directa o indirectamente están contribuyendo a la creación de este espacio. ¡Gracias a Tata Dios Golondrina!

GOLONDRINA sigue buscando y encontrando una estructura, un tema. No pretendemos limitar este espacio en nada. Por eso queremos invitarlos, e incentivarlos a ustedes, queridos lectores, a publicar en este espacio para San Javier.

Solamente es necesario sacar el corazón y animarse a expresar lo que sentimos.

(Todos los textos, fotos, videos o links que deseen publicarse deben enviarse a: aguilasalmon@gmail.com El nombre del autor será respetado e incluído en la publicación.)

Un Abrazo.

La Soledad del Campeón

Rodaje en el Monumento a Carlos Monzón
Rodaje en el Monumento a Carlos Monzón

Entusiasma mucho, y entusiasma el corazón a lo grande que se estén haciendo pelis en San Javier. Cortometrajes, documentales; y hasta largos se vienen en nuestro pago. Recuerdo muy bien que Pablito Zimmerman estaba entusiasmadísimo con la idea de hacer un corto.

Lamenté mucho no estar ahí cuando Martín me invitó al rodaje. Pero está demostrado que aunque a veces la distancia se impone, esa distancia solamente es geográfica. Porque mi corazón viaja a cada rato gracias a estas historias. Este corto refleja límpida la espontaneidad con la que fue hecho.

Martin Rios y Pablito Zimmerman
Martín Ríos y Pablito Zimmerman

Y hablando de historias, esta es una gran historia. Hay un fuerte dejo de nostalgia de los buenos tiempos en ella. Puedo imaginarme, como su personaje en el corto, al Dr. Hugo Ríos cruzando cerca del monumento de Carlitos Monzón y compartiendo un poco de su soledad.  El camino de la vida vuelve siempre sobre si mismo. Así el campeón es el reflejo de nuestras expectativas, de nuestros sueños. Hasta en el duro final.

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Nino Benvenuti vs Carlos Monzon  –  Round 12  –  07/11/1970 Palazzetto dello Sport, Rome, Italy

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Esperando las Escena
Cucho

Pelear con el campeón, y reconocer su grandeza, la grandeza de haber vivido como campeón. No es fácil ganarle. Porque los campeones están siempre en la colina solitaria de la vida, donde caen los rayos. Y nosotros somos los personajes de la comedia de nuestra propia vida, pero orgullosos de caer a sus pies.

¡FELICIDADES CAIQUE PRODUCCIONES!

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Los vídeos de Vodpod ya no están disponibles.

La Soledad del Campeón – Cortometraje realizado por «Caique Producciones», basado en un relato del Dr. Hugo Ríos

Afiche de "La Soledad del Campeón"

Cooltudrama

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Tico

Es difícil decir algo de Cooltudrama sin hablar de Tico, de Calabaza y de Cañita. Estos entrañables amigos del alma mas toda la familia Chelini y Romero se entregaron durante tres día de enero de 2001 a realizar este cortometraje que competía con el sentido común. Pero, bueno, Doña Federica (Abuela y autoridad de la casa) debe haber pensado que era preferible dejarnos hacer payasadas en el patio a que anduviésemos «melalcohólicos».

La cosa es que una siesta fresca, bajo los ceibos floridos de la orilla del río, llegó a mi mente la absurda idea de hacer un corto y para mi asombro todos estuvieron de acuerdo. ¿Qué otra cosa importante podíamos hacer en esas vísperas? Al recordar es maravilloso ver cuánto me han aguantado, con estos locos caprichos, los Vagos.

Religiosamente hicimos el corto matándonos de risa de las ocurrencias de Calabaza. Y al terminar fuimos todos en rastrojero a comprar helados.

Lo único que puedo decir es que esta página, así como el rumbo de mi vida, está dedicada a ellos. A los sabios naturales de la Colonia Indígena.

Los vídeos de Vodpod ya no están disponibles.

COOLTUDRAMA, cortometraje realizado espontáneamente, con una idea colectiva, sin guión, un verano en San Javier.
*Seleccionado en el 19 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata
*Seleccionado en  SOLOCORTOS.  Exhibición nacional de filmes cortos, en el Centro Cultural y Cine “TITA MERELLO” Bs.As.
*Selección y Exhibición en el festival de cortometrajes SUEÑOS CORTOS 3